Los vecinos oyeron ruidos extraños provenientes de la casa destruida. Cuando llegó la policía, descubrieron algo aterrador.

La comisaría recibió una llamada extraña. La voz extraña y agitada de un hombre reportó ruidos extraños provenientes de la casa vecina.

No entendía exactamente qué estaba sucediendo, pero insistió en que la policía acudiera de inmediato.
Un grupo de policías fue enviado al lugar, acompañado por un pastor. Inspeccionaron la zona, tocaron varias puertas e interrogaron a los vecinos.
Nadie oyó nada realmente; solo un anciano informó haber oído un gemido apagado por la noche, pensando que se trataba de un televisor en la casa vecina.
La policía se acercó a la casa sospechosa. Parecía abandonado: una valla inclinada, una puerta destartalada y ventanas cubiertas de polvo.

Pero al entrar, todo se volvió aún más extraño. En la habitación central, el suelo casi había desaparecido; las tablas del suelo se estaban desmoronando; en el centro, una enorme grieta sumía la oscuridad. El aire estaba viciado y la casa parecía estar al borde de un nuevo derrumbe.
Al principio, no se veía nada, solo polvo y escombros. Pero la luz de la linterna captó algo terrible: un hombre.
Yacía inmóvil, hundido en el suelo, entre los tablones desplomados y la tierra, ligeramente aplastado por los escombros. Parecía inconsciente, con el rostro apenas visible bajo una capa de tierra.

Posteriormente se supo que el hombre era el dueño de la casa. Unos días antes, un pequeño terremoto había ocurrido en la zona y los cimientos de su vieja casa, mal reforzada, se habían derrumbado.
Parte del suelo se derrumbó y él se cayó, golpeándose la cabeza con fuerza. Permaneció en el agujero durante varios días, sin poder moverse ni pedir ayuda.

Sin la llamada de un vecino… y sin un perro que hubiera percibido su presencia, podría no haber sobrevivido.
El hombre fue trasladado de urgencia al hospital. Y el perro pastor, según los agentes, no solo salvó una vida ese día: literalmente lo sacó de la tierra.