Confianza Rota: Una Historia de Traición Imperdonable

— ¡Oh, Leticia! Hola, cariño… — se sorprendió la suegra al abrir la puerta. — Pensábamos que llegabas pasado mañana.
— Buenas tardes, Valentina — contestó Leticia con calma, abrazándola. — El trabajo me llama antes, me recortaron las vacaciones… Preferí volver. ¿Están mi marido y mi hijo aquí?
La suegra vaciló.
— Sergio está, pero Adrián… se fue a despedir a una compañera del trabajo, Lucía. ¿No habéis hablado?
Ahora fue Leticia quien se quedó pasmada.
— No me cogía el teléfono. ¿Y quién es esa Lucía, si se puede saber?
— No es nada importante — se enredó Valentina. — Adrián trajo a Sergio para el fin de semana, y Lucía… iba en el coche. Yo… bueno, la invité a merendar.
— Claro, cómo no invitarla… ¿Y ahora dónde están? ¿Hace mucho que se fueron?
— Un par de horas — murmuró la suegra, bajando la mirada.
— Perfecto — soltó Leticia, helada, y se fue directa hacia su hijo.
Por dentro, hervía. Abrazó a Sergio, de cinco años, lo tomó de la mano y, con un adiós seco, se marchó a casa. En el coche, el niño contaba con entusiasmo:
— ¡Papá y tía Lucía me llevaron a tomar helado, al parque y a casa de la abuela! ¡Fue súper divertido!
Leticia asentía, pero su mente era un remolino. Por primera vez en diez años, se había ido de vacaciones sola — ganó un viaje a un balneario por su antigüedad en el trabajo. Una oportunidad para cuidar su salud, dañada por años de gastritis y úlceras. Adrián le había dicho:
— Ve. Yo me encargo de todo.
Ella dudó, pero él la convenció. Y ahora su hijo hablaba de una cafetería acogedora con “tía Lucía”. Esa misma Lucía de la que no sabía nada ya paseaba con su hijo y tomaba té con su suegra.
A altas horas, sonó el teléfono.
— Lety, hola… Se me acabó la batería, lo siento… — masculló Adrián.
— Hola. ¿Dónde estás?
— En casa de mi madre. Nos quedamos a dormir con Sergio. Todos están…
— Qué curioso. Porque yo estoy en casa. Sergio duerme en su cama, y tú no estás aquí. ¿Te has escondido en el armario?
Su voz sonaba controlada, pero cargada de furia. Adrián guardó silencio… y colgó.
Cuarenta minutos después, estaba en la puerta.
— No montes un drama. Al final lo sabías… Sí, existe Lucía.
— ¿Est́ás loco? ¿Llevaste a esa mujer a casa de tu madre? ¡¿Dejaste que mi hijo pasara tiempo con ella?!
— Quería ver si encajaba… con mis padres, con Sergio…
Leticia casi se desploma. No era un sueño. Era su realidad.
— ¿Quieres meter a tu amante en la familia? ¿Qué sigue, presentármela?
— No exageres. No sabía que volverías hoy.
Las lágrimas brotaron. No por la infidelidad. Sino porque ni siquiera se arrepentía. Hablaba como si eligiera un sofá nuevo.
Se fue a dormir.
Por la mañana, Leticia llevó a Sergio al colegio y fue a casa de su suegra.
— Valentina, dime una cosa: ¿por qué me hiciste esto? ¿En qué te fallé? Te cuidé cuando te rompiste la cadera, hice conservas para tu casa de pueblo. ¿Por qué me traicionaste?
La mujer bajó la vista.
— Perdón. Antes de que te fueras, no sabía nada. Pero después… No pude enfrentarme a Adrián. Es mi hijo.
— ¿Y yo qué soy? — susurró Leticia.
No hubo respuesta. Dio media vuelta y se marchó.
Esa noche, Adrián apareció en casa.
— Supongo que lo del divorcio está claro. Hablemos de cómo repartir el piso.
— ¿Qué piso? ¿El que me dejó mi padre un mes antes de casarnos?
— Pero yo invertí en él. La reforma…
— Con dinero de tus padres, no tuyo. Considera que fue una inversión para tu hijo.
Su cara se torció.
— ¡La mitad es mía!
— Olvídalo — dijo ella, firme. — Después de lo que hiciste, no hay nada que repartir.
Adrián empezó a gritar, a soltar insultos, a escarbar en las palabras más hirientes. Leticia se encogió contra la pared. Sergio se despertó y salió corriendo, asustado. Eso la salvó. Delante del niño, él no se atrevió a seguir. Se fue.
Demandó el divorcio. Pero el piso no lo consiguió.
Pasó un año.
Al principio, Sergio iba a ver a su padre. Luego dejó de hacerlo — Lucía, la nueva esposa de Adrián, no lo aceptaba. Con la suegra tampoco hubo buena relación.
Leticia decidió que era hora de cerrar el capítulo. Vendió el piso y se mudó a Marbella. Allí donde estaba aquel balneario. Quería empezar de cero. Y por primera vez… solo para ella.